Lo primero de todo, felicidades. Organizar una boda lleva más trabajo que el mundial de Catar, lo sabemos. Desde elegir entre miles de opciones de flores que se ven exactamente iguales, hasta encontrar el lugar perfecto que cumpla con los requisitos de un castillo medieval en medio de la selva. Y por supuesto, planificar la lista de invitados es como jugar a un juego de tetris humano: intentando encajar a todos en una sala sin que nadie se sienta ofendido.

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Y, por supuesto, el presupuesto. Montar una boda es como planear un viaje a la luna, pero con la mitad del presupuesto de la NASA. No importa cuánto ahorres, siempre parecerá que una orquesta de unicornios tocando arpas doradas sería más económica. ¡Ah, y las tensiones familiares! Nada como un poco de drama familiar para darle sazón al evento. Quién podría olvidar a esa tía lejana que lleva 20 años sin hablar contigo, pero que espera ser invitada con un primer lugar en la ceremonia.

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Si has llegado hasta aquí, ¡¡Felicidades!! Lo estás haciendo genial, después de mucho buscar has encontrado el detalle perfecto para sorprender a los invitados.